
Los medios nos dan miedo. Nos intimidan, nos asustan, nos reiteran la violencia a cada rato. Nos restriegan el dolor e impotencia de las víctimas, la indolencia o ineficiencia policial, la frivolidad judicial y las explicaciones gubernamentales. Pero por sobre todo, los medios nos venden recetas para el miedo: alarmas, seguros, gurkas, alambradas, enrejados y desconfianza. Mucha desconfianza. En todo y de todos. Desconfíe de las víctimas: entre ellos podría estar el asesino o el ladrón que simula su pena; desconfíe de la policía, no sólo son ineficientes, además pueden ser ellos los ladrones, o asesinos degolladores, como antes...; desconfíe de los jueces, su larga siesta bien pagada, su vetustez cuasi decente es una pose y, claro, desconfíe de la señora presidenta, es mujer, es médico, es de izquierda y ellos nada saben de orden y rigor.
La delincuencia existe. Creció y se estancó en democracia. Los medios existen, se han concentrado en manos de la derecha en democracia. Chilevisión, canal de Tv privada del candidato derechista el 2005, dedicó en promedio 51,3% de su noticiario central a la delincuencia durante 15 días en junio; “Meganoticias” del ultraconservador empresario Ricardo Claro, un 44,8%; “Teletrece” de la Iglesia Católica, 37,6%, y “24 horas” de TVN, estatal, 22,4%. Para qué decir de El Mercurio, de la familia Edwards: la delincuencia y el éxito de sus empresarios son sus obsesiones cotidianas.
Nadie discute las causas. Todos hablan/(mos) de efectos. Ser el segundo país con la peor distribución del ingreso del planeta, uno de los con peor educación y curiosamente, uno donde los empresarios acumulan por miles de millones de dólares sus ganancias netas, junto a una tributación baja y débil, y un código laboral que poco protege, no tiene nada que ver. Aquí hay sujetos que nacen malos, roban, matan y asustan. Usualmente son pobres, con trabajo inestable, con bajísima y mala educación. Los desintegrados y marginados, apuntarán siempre en tres direcciones: contra ellos mismos (alcohol, droga, suicidio), contra los demás (robo, asesinato, violencia) o la resignación (aceptar bajos sueldos, culparse por lo poco inteligentes y tomar muchos, muchos calmantes y aplaudir diligentes al gobierno que de orden y al empresario que "surge" de la nada)
Nadie reclama porque un sólo robo de cuello y corbata de los "buenos", suma en total 1.000 pequeños robos de "los malos". Para los malos cárceles licitadas que harán los empresarios emprendedores, para los buenos Capuchino (cárcel con beneficios), lavado de imagen y hasta presidencia de partidios políticos. Para los malos, los mal nacidos, los sin alma, condena moral, leyes estrictas, jueces de hierro y prensa, mucha prensa; para los buenos, caros bufetes, libertades vigiladas, penas remitidas y low profile con relaciones públicas. En un país poco justo, hasta el miedo está mal distribuído: los pobres desconfían de los pobres, el capital no se asusta con nada, para eso contrata caros seguros, tiene medios de prensa y nos vende alarmas, enrejados, gurkas, armas y... noticias.