EFECTOS SECUNDARIOS

Chile tiene hoy 20 años de crecimiento económico y 16 años de democracia ininterrumpidos, y largas décadas de injusticia social. Salvo Brasil, tenemos las mayores desigualdades sociales del mundo. Y la educación es el ámbito en que esto resulta más evidente. Nuestro último presidente de la república, un tipo laico y “progresista”, fue ministro de educación y en ambos roles desestimó siempre los reclamos de fondo de estudiantes universitarios y secundarios. Pero los secundarios chilenos han consolidado sus críticas con fundamentos. Han paralizado las aulas, tomados sus liceos y obligado a políticos y autoridades a reconocer que su movimiento es serio, sin cosmética retórica y apunta al centro autoritario del problema que los “progresistas” nunca han querido tocar: la ley orgánica constitucional de educación –LOCE. Esta, promulgada en 1981, mercantiliza la educación, desapropia al Estado de su rol y crea colegios para ricos y para pobres. Y los resultados están a la vista: la brecha entre los que tienen y los que no, es alarmante e inmoral. No deseamos ese Chile para nuestros hijos, sino un país decente, educado en la solidaridad y la justicia social. Yo estudié en colegios privados y sé de las ventajas sociales y académicas que ello otorga. Fui dirigente estudiantil secundario y universitario en dictadura, y sé que con armas o con leyes, se cataloga siempre a los jóvenes de soñadores y poco realistas. Y es tan cierto, los “jóvenes” siempre soñamos. Como presidente de una organización no gubernamental, hemos ofrecido ayuda gratuita para el análisis de materias técnicas y apoyo a la movilización de los estudiantes. Queremos ser parte de la solución del problema que otros han inventado.