A CLARA, UNA MADRE
Mi madre vuelve en la memoria cada día que el pan se allega a mi boca, cada vez que la hora del sueño no logra vencerme y escribo lo que escribo. Cada vez que con mis hermanos oramos en la virgen de Los Andes, parece que le viéramos , que la miráramos angelical en la transparencia a través de la que vimos el dolor de la vida una mañana. A través de la misma que nos instalamos a contemplar el horror de lo que ellos llamaron error del oficial a cargo. Era mi hermano el requerido. Es cierto que yo mismo le pedí que a la universidad fuese sólo a estudiar. Mi madre le rogó que no se inmiscuyera en nada y que pusiera lo mejor de sí para ser el primer profesional de la familia, un orgulloso ejemplo entre nosotros. Y es cierto que mi hermano cumplió su promesa y del aula venía a la casa y poco salía. No supo bien por qué le pidieron declarar después que el bando Nº 2 lo nombraba entre los que debían hacerlo. Mi madre, Clara, se apersonó en el cuartel y pidió al oficial que le expusiera los motivos de la citación para Pedro. Eso consta en el informe de la Verdad y la Reconciliación. Pero ni supo las causas ni pudo decirnos lo que le dijeron, porque desde ese día Clara Quiñones Ojeda, mi madre, aparece en las listas de desaparecidos.
Lo que antes fue cuartel, es ahora un centro de apoyo para ancianos. Allí, me parece verla a veces, con su pañuelo al pelo, sentada entre los viejos que juegan en la terraza de la casona, los mismos que cada tarde me ven pasar en procesión por esa calle. Cada tarde como hace más de 30 años. A veces un eco suave se arranca desde esos murallones y me parece que es ella la que canta como en la misa, sus rezos a María. Y parece que la veo elevarse por entre abedules florecidos, como si la misma madre de Dios hiciese su asunción. La mayor de mis hermanas prefirió no contar la historia a sus hijos. Me dijo que no podría explicar como lo imposible ocurre más comúnmente de lo que uno quisiera. Les dice que fue el maldito cáncer el que acabó con la joven abuela que ven en el retrato que adorna varios cuartos en su casa. Desde su fe, Víctor el menor de mis hermanos vive en el perdón que alivia la rabia y enaltece su creencia en la moral superior, que vuelve bueno y manso a todo humano, si su corazón se convierte tarde o temprano. Yo escribo. Escribo y leo sobre otras madres, otros hijos, amigos, hermanas o tíos que como nuestra madre Clara, aparecen también en esas listas.
A mi hermano Pedro lo encontramos hace poco tiempo. A mi madre Clara la seguimos buscando. La seguiremos buscando en cada madre, en cada pedazo de tierra fértil y en cada par de ojos sincerados por la humildad de las mujeres que aman, hasta dar la vida por aquellos que trajeron con amor a la vida. Nosotros descansamos en paz porque Pedro tuvo al fin cristiana sepultura. Pero de ella no sabemos nada. El odio la arrancó de una rafagada de entre nuestro abrazo. Sin madre no hay centro, porque la orilla se hace eterna, ni norte porque el sur se pierde más allá del horizonte. Clara Quiñones se llama mi madre, ella es un alma de Dios, como todas las madres. No la olvides.
Texto ficticio, basado en tema de Rubén Blades, "Desapariciones" , álbum "Buscando América", 1984
20 Comments:
Dios!, Me ha quedado el corazón arrugado.
Qué bello texto. Qué triste realidad.
Fuerte. La desaparición, el "no encontrar" vuelve casi imposible los duelos.
Estoy así...como encogida.
Un abrazo maternal.
Encogida, sí, esa es la palabra. Dan ganas como de no ser en un mundo tan triste, sucio y cruel...
Abrazos!!!
Hector, que decir...hace un tiempo escribí algo sobre estas madres que no están pero ESTAN.
Un abrazo enorme
héctor, existem coisas que não tem palavras,para expor nossa impotência diante das coisas do mundo,diante de uma mãe, a qual temos lembranças ternas, que mesmo assim não aplacam a rudeza das quais foram colhidas... Mesmo assim, elas permanecerão em cada detalhe.
Grade abraços
Casti
Conmovedor y desgarra la impotencia.
Mi cariño.
Estas situaciones fueron muy frecuentes en esa época y aún quedan madres e hijos buscándose para cerrar el duelo.
Hermoso texto.
Clara Quiñones ha dejado tierra fértil y la ha dejado bien sembrada. Es un honor visitarte, fuerte abrazo.
Primero que nada gracias por visitarme y reafirmar mi autoexposición en mi blog.
Eso de que la madre es el centro de la vida es cierto, buenas o malas, se las quiere presente. Mis ojos se abren al leer líneas como las tuyas. E intuyo que tu madre te mira.
Saludos
Fran
No queda otra cosa que escribir...por que ahí está el acto que permite mantener la memoria latiendo en el corazón. Un abrazo fraterno y agradecido por la hemosura de tus letras.
Alex.
Clara danos tu claridad para entregarnos de nuevo a la inofencividad del alma, para seguir tu faro de luz que fue en busca de su hijo. Clara sigue el camino hasta el infinito y que ahí podamos reflejarnos todos. Un abrazo para ti Hector.Michelle
gracias, por recordar y por saludar, de super no tengo, pero de mami sí y tanto.
te quiero amigo.
Iris
Hola Héctor, que fuerte lo que ha ocurrido con la mamá.
Que Dios les de calma y consuelo, solamente eso pido para ustedes, los que sufren la desaparición de un ser querido.
Un abrazo sincero.
Uf...me has formado un nudo en la garganta. Abrazos
Todo lo que somos se lo debemos basicamente a nuestras madres.
Ni me imagino como seria un dìa de la Madre sin la mia ... pero, para quien nunca la tuvo como serà? ... depende como se haya ido no? En todo caso siempre es triste no alcanzar a despedirse ...
Sigue buscando Canguri.
MIL BESOS.
Triste, abrumada, dolorida.
Pero contigo.
Un abrazo
aiii, me duele el corazon despues de tu relato.. espero que esas gentes encuentren algun dia consuelo..
Un beso enorme
Un abrazo, y sin palabras...
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