24.7.07

VIDAS PARALELAS

I
Un hombre vestido de impecable gabardina oscura, ingresa sin prisa al edificio céntrico. Sube los tres pisos deslucidos como el día, con calma casi ceremonial, apoyado ligeramente en el pasamanos. Desenfunda papeles desde un maletín. Papeles seriados, papeles amarrados con ligas, papeles timbrados, papeles que el indiferente empleado del mesón parece odiar, pero que recibe y acaricia con paciencia compasiva de bibliotecario. Se acomoda en un giro leve la corbata, contempla el pasillo lleno de gente que espera casi con desconsuelo, sintiendo que son desconocidos asistiendo como deudos ejemplares al funeral de sus mejores sueños. El empleado chequea, ordena, archiva y sella indolente. Sepulturero al fin, se dice el hombre. Respira corto, fija sus ojos en la palmera de la calle, que se le aparece entre los cristales fríos de aquella oficina. Un número rojo en el tablero detrás del mesón, le indica que su turno se acabó, que es el tiempo de otro como él. La puerta metálica de la oficina del síndico de quiebras, se cierra pesada tras de sus pasos.

De vuelta en la calle, no sabe si sentarse en esa plaza fría, a mirar a los fotógrafos rodeados de palomas, palmeras y polaroids, subir al campanario y sobrevolar la mañana, o acudir al banco a dar nuevas excusas, vergonzosas excusas. Un hielo seco le recorre los pies cuando se dispone a caminar en dirección contraria a las imaginadas. Entra en la cafetería, pide un café que le humea en el rostro, bebe la soda, saborea las galletas y exhala ligero. Enciende un cigarro, y por fin respira hondo, como si la calma deseada le hubiese llegado, concentrada en el aroma exquisito del café que tanto disfruta.

II
El abogado le dice a la mujer que se vaya tranquila, que si algo queda pendiente, él se preocupará por ello. Que lo de sus honorarios lo conversan otro día, le insiste, al tiempo que le acaricia sin disimular la pequeña mano. La mujer, de risa complacida y ojos evasivos, llega al ascensor, se mira en el espejo y recién repara en que el abogado acosó sus dedos, con el morbo propio del macho que la sabe una hembra ya sin pareja.

La ex señora camina ahora sin más ánimo que sentarse tranquila en el lugar de siempre. Entra al local, pide un café, se quita el abrigo y su figura provoca la mirada de un hombre que fuma lentamente, como si todo el tiempo fuera suyo. Enciende su teléfono móvil, le dice a alguien que ya está hecho, que se acabó, mientras observa un par de parejas que salen del lugar. La imagen no deja de hacerla sentir sola, sola y sin remedio. El hombre la mira con disimulo. Ella lo mira también por entre un vidrio lateral. Lo ve escribir a trazos sobre un papel blanco. No tiene sobre él un juicio estético. Le impresiona su apariencia de sosiego. Como si se dispusiera a tragar la vida entera o a desaparecer de ella para siempre. Vuelve ahora sobre sí misma y decide borrar de la memoria de su teléfono el número de Alejandro. Simplemente lo hace. Otro trámite, se dice. No logra sentirse apropiada, dueña de sí misma otra vez, rehecha, como quisiera, por encanto. Borra las huellas, pero la marca indeleble aún le late bajo la piel y en los ecos de los últimos gritos. La mañana le parece ahora más nublada.

III
El hombre recoge su maletín, calza un paraguas sobre un brazo y transita despacio hacia la salida de la cafetería. La mujer lo contempla venir hacia ella, con ojos calmos, con pasos detenidos a veces, en la tranquilidad del que sabe lo que quiere, de quien sabe adónde ir y como reinventar esta mañana tan llena de d(e)udas. Una vez enfrente de ella la saluda como en reverencia. La mujer responde con una sonrisa amable y su mirada se fija con ternura en el rostro del desconocido. “Hasta pronto señora”, dice el hombre, al tiempo que deposita sobre la mesa un papel blanco, en el que ella lee mientras solloza en su silencio:

“Después de todo, ya se sabe bien que en cualquiera parte, la vida es demasiado cotidiana”

14 Comments:

At 4:12 p. m., Blogger Carmen Leonor said...

Este comentario ha sido eliminado por el autor.

 
At 4:59 p. m., Anonymous Anónimo said...

Héctor, algo que encanta! O cotidiano em palavras.

Abraços,
Casti

 
At 11:02 p. m., Blogger campesina said...

Me conmovió, por la historia, por la instantánea de esos (des)encuentros en un café, porque hoy estuve en un café como ése, porque me atraen los café, los encuentros y los desencuentros, los saludos de desconocidos, y a su modo, fatalmente, las despedidas y esos papeles tan definitivos, con 'sentencias'(jur. y ling.)
precioso

 
At 2:36 p. m., Blogger AnaR said...

Y nada más sobresalientemente cierto que el final...

Un abrazo

 
At 7:34 p. m., Blogger Sirena said...

Tienes el poder de hacerme recordar momentos de mi vida. Gracias. Besos, lindo. ;)

 
At 9:04 a. m., Blogger Andrea Brandes said...

Hectror
un abrazo desde Italia. Desde Santiago te comento mas largo.
Muchos carinos
Andrea

 
At 5:27 p. m., Blogger MAYA said...

Lo único que podría agregar a lo ya contado es que me engancho la historia de comienzo a fin. Y el remate del papel blanco con ese mensaje puede romperle el cerebro a cualquiera.

Que bueno haber entrado a tu espacio. Manejas una prosa exquisita y no es un halago. Es una verdad. Voy a seguir paseando.

Saludos

Maya

P.D. Debería seguir la historia.

 
At 6:23 p. m., Blogger Héctor Jorquera said...

Casti: ya ves que ando dando vueltas, me pierdo por un rato, un abrazo.
Campesina: leiste a Andrea Maturana en (Des)Encuentros (Des)Esperados? hay cuentos que resumen bien eso que dices (Tb hay un Desencuentros de Luis Sepúlveda...), saludos
ana r: el final está robado de un poema de Teillier, soy un ladrón confeso de don Jorge. a quién sueles robarle?
Sirena: ya ves como la vida es demasiado cotidiana y los recuerdos un equipaje necesario, gusto tenerte por aqui
Andrea!!! se te extraña de este lado de la luna, suerte por allí, cuidado con los Carabinieri, abrazos
Maya: mi oficio dista mucho de la escritura, soy escribidor por necesidad, preciso contar aquello que ví o imaginé, lo hago con cariño y como salga, bienvenida, ya voy por alli tb
Daniel: tu comentario más que halagar asusta, gracias!!! un abrazo por el cariño. Saludos a Michelle

 
At 10:43 p. m., Blogger Alyxandria Faderland said...

Ah, por fin se desclavo las agujitas de acupuntura. Tengo una linda cajita aqui nomas, y hasta algo he aprendido. Eso es Valor dice mi hermana que parece un slogan de hamburguesas. Y yo digo desesperacion, cuando duele mucho a clavarselas en sus puntos correspondientes. Ojala aqui formaran gente asi, no se me ocurre en que podrian formarme a mi, especialista en pre y post quirurgicos por ejemplo? Elevarme el nivel de paramedica?
Creo que el mejor homenaje a Fontanarosa es la risa, por eso me 'delire' una recepcion para el especial, porque desde la risa movio a mucha gente a pensar.
3) Texto maravilloso de gente comun, frustrada, pero que puede empezar de nuevo, si quiere. Ya era hora del regreso.

 
At 9:44 a. m., Blogger Rodrigo said...

saludos cariñosos desde el norte...(al norte de tu Sur)...

por acá la vida, con un poco de todo...vaya historia eh!...me parecio verlos en un café de la calle Huérfanos, muy cerca de los tribunales....

te cuento algo??? yo también conocí al negro...es más, tengo un autografo de él, un dibujo del aceitoso...de la misma manito del negro aquel...y si. yo también me cagué de la risa...

abrazo fraterno

 
At 12:58 p. m., Blogger campesina said...

Hola, leí a Andrea Maturana, pero iré por Sepúlveda, esos desencuentros no los conozco. Gracias por los datitos
cariños al sur

 
At 5:26 p. m., Blogger AnaR said...

A veces , las escasas que suelo robar , más bien utilizo como recurso frases de Omar Khayyán...me fascina su sabiduria...

Un abrazo

 
At 12:03 p. m., Blogger Lila Magritte said...

Un drama cotidiano tan bien descrito, que pareciera hacernos angustiosamente protagónicos por un momento.

Mis saludos.

 
At 11:11 a. m., Anonymous Anónimo said...

bendito parra, dichoso tú que ries, porque yó sigo llorando

 

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