30.7.07

DOMICILIO CONOCIDO

La señora es menuda, algo canosa y parece tímida al hablar. Tiene entre sus manos una cartera, imitación de cuero, con la que juega nerviosamente. Abre y cierra. Está sentada frente a mí, pero no me ve a los ojos, sino a la pared del fondo, o al mismísimo suelo.

- Cuál es su domicilio?, le pregunto
- Matilde Urrutia 1333, Población Pablo Neruda, me indica

"...Si alguna vez tu pecho se detiene, si algo deja de andar ardiendo por tus venas, si tu voz en tu boca se va sin ser palabra, si tus manos se olvidan de volar y se duermen, Matilde, amor, deja tus labios entreabiertos porque ese último beso debe durar conmigo, debe quedar inmóvil para siempre en tu boca para que así también me acompañe en mi muerte. ...", declamo, como si el propio Neftalí Reyes Basoalto me poseyera un breve-intenso instante, para hacerle oír el Soneto XCIII.
- Sabe quién es Matilde Urrutia? , inquiero volviendo en mí.

- No, me señala seca, con rostro desencajado, como queriendo huir de allí, intuyendo que de súbito, y a razón de otra información solicitada, podría recitarle cuaquier verso.

La mujer se retira lenta. Otra más joven ocupa su lugar en la silla.

- Cuál es su domicilio?, le pregunto
- Isla Negra 1248, contesta...

Recuerdo que estas personas están aquí, porque desean ayuda para tener una vivienda digna, y que quizás poco les importe el delirante amor confeso, que llevó a Neruda al paroxismo. En el viaje de regreso, lo sigo recordando: "Me moriré besando tu loca boca fría, abrazando el racimo perdido de tu cuerpo, y buscando la luz de tus ojos cerrados. Y así cuando la tierra reciba nuestro abrazo iremos confundidos en una sola muerte a vivir para siempre la eternidad de un beso."

24.7.07

VIDAS PARALELAS

I
Un hombre vestido de impecable gabardina oscura, ingresa sin prisa al edificio céntrico. Sube los tres pisos deslucidos como el día, con calma casi ceremonial, apoyado ligeramente en el pasamanos. Desenfunda papeles desde un maletín. Papeles seriados, papeles amarrados con ligas, papeles timbrados, papeles que el indiferente empleado del mesón parece odiar, pero que recibe y acaricia con paciencia compasiva de bibliotecario. Se acomoda en un giro leve la corbata, contempla el pasillo lleno de gente que espera casi con desconsuelo, sintiendo que son desconocidos asistiendo como deudos ejemplares al funeral de sus mejores sueños. El empleado chequea, ordena, archiva y sella indolente. Sepulturero al fin, se dice el hombre. Respira corto, fija sus ojos en la palmera de la calle, que se le aparece entre los cristales fríos de aquella oficina. Un número rojo en el tablero detrás del mesón, le indica que su turno se acabó, que es el tiempo de otro como él. La puerta metálica de la oficina del síndico de quiebras, se cierra pesada tras de sus pasos.

De vuelta en la calle, no sabe si sentarse en esa plaza fría, a mirar a los fotógrafos rodeados de palomas, palmeras y polaroids, subir al campanario y sobrevolar la mañana, o acudir al banco a dar nuevas excusas, vergonzosas excusas. Un hielo seco le recorre los pies cuando se dispone a caminar en dirección contraria a las imaginadas. Entra en la cafetería, pide un café que le humea en el rostro, bebe la soda, saborea las galletas y exhala ligero. Enciende un cigarro, y por fin respira hondo, como si la calma deseada le hubiese llegado, concentrada en el aroma exquisito del café que tanto disfruta.

II
El abogado le dice a la mujer que se vaya tranquila, que si algo queda pendiente, él se preocupará por ello. Que lo de sus honorarios lo conversan otro día, le insiste, al tiempo que le acaricia sin disimular la pequeña mano. La mujer, de risa complacida y ojos evasivos, llega al ascensor, se mira en el espejo y recién repara en que el abogado acosó sus dedos, con el morbo propio del macho que la sabe una hembra ya sin pareja.

La ex señora camina ahora sin más ánimo que sentarse tranquila en el lugar de siempre. Entra al local, pide un café, se quita el abrigo y su figura provoca la mirada de un hombre que fuma lentamente, como si todo el tiempo fuera suyo. Enciende su teléfono móvil, le dice a alguien que ya está hecho, que se acabó, mientras observa un par de parejas que salen del lugar. La imagen no deja de hacerla sentir sola, sola y sin remedio. El hombre la mira con disimulo. Ella lo mira también por entre un vidrio lateral. Lo ve escribir a trazos sobre un papel blanco. No tiene sobre él un juicio estético. Le impresiona su apariencia de sosiego. Como si se dispusiera a tragar la vida entera o a desaparecer de ella para siempre. Vuelve ahora sobre sí misma y decide borrar de la memoria de su teléfono el número de Alejandro. Simplemente lo hace. Otro trámite, se dice. No logra sentirse apropiada, dueña de sí misma otra vez, rehecha, como quisiera, por encanto. Borra las huellas, pero la marca indeleble aún le late bajo la piel y en los ecos de los últimos gritos. La mañana le parece ahora más nublada.

III
El hombre recoge su maletín, calza un paraguas sobre un brazo y transita despacio hacia la salida de la cafetería. La mujer lo contempla venir hacia ella, con ojos calmos, con pasos detenidos a veces, en la tranquilidad del que sabe lo que quiere, de quien sabe adónde ir y como reinventar esta mañana tan llena de d(e)udas. Una vez enfrente de ella la saluda como en reverencia. La mujer responde con una sonrisa amable y su mirada se fija con ternura en el rostro del desconocido. “Hasta pronto señora”, dice el hombre, al tiempo que deposita sobre la mesa un papel blanco, en el que ella lee mientras solloza en su silencio:

“Después de todo, ya se sabe bien que en cualquiera parte, la vida es demasiado cotidiana”

21.7.07

UNO DE MI CALLE ME HA DICHO QUE TIENE UN AMIGO QUE DICE CONOCER UN TIPO QUE UN DIA FUE FELIZ

"De mí se dirá posiblemente que soy un escritor cómico, a lo sumo. Y será cierto. No me interesa demasiado la definición que se haga de mí. No aspiro al Nobel de Literatura. Yo me doy por muy bien pagado cuando alguien se me acerca y me dice: me cagué de risa con tu libro".
Lo conocí al "Negro" Roberto Fontanarrosa, cuando compré El mundo ha vivido equivocado. Desde entonces comencé a reconocer al personaje, que me habían pintado como un "escritor humorístico". A Felipe, mi hijo (10), le cayeron en gracia Inodoro Pereyra y Boogie el Aceitoso. Después lo leí en Usted no me lo va a creer y el último hallado en Corrientes, El mayor de mis defectos. Años más tarde, Atilio, un amigo neuquino me envió Cuentos de Fútbol, un compilado de su gran pasión fuera de la escritura y la historieta. Venía uno de Borges notable. Varias veces lo ví en la tv trasandina contando anécdotas de "la mesa de los galanes", un grupo de amigos que de modo inalterable se reunió por más de 30 años a conversar. "Dar vueltas juntos" es la etimología de la palabra con-versar. Y ya imagino la de vueltas que uno pudiera dar en esas charlas, si en cada palabra hallaba ironía y en cada ironía una reflexión que algo anunciara, como ha de ser la buena ironía. La Mesa..., a la que alguna vez Serrat fue un galán invitado, también fue hecha libro. Descansa riente, feliz, girante en el delirio que sólo puede dar la risa cuando uno "se ríe con razón, como lo hacen los bobos sin ella". Y sí, yo me cagué de risa con tus libros, Negro "Canalla".



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14.7.07

GENTE FELIZ

Ahora que ya tengo método para ser feliz, lo ando aplicando por aquí y por allá. De allí la ausencia, y de allí también tanta felicidad. Anduve largos días buscando gente feliz, que hace feliz a otra gente. Gente feliz, pero insatisfecha porque no todos son felices. Y hay tanta!! Nos propusimos seleccionar 10 hombres y mujeres, que le ganen a la pobreza, le puedan a la burrocracia y aumenten la esperanza. Que se hayan equivocado de tanto intentarlo, que se indignen con la injusticia, que invitados a conversar aporten fundamentos, escuchen sinceramente y tengan ideas listas. Lucinda (62) lamenta el homicidio de su hijo, celebra su nueva casa y camina a diario para asistir a sus vecinos en gestiones ante autoridades, muchas veces sordas; Liria (35) expuso su vida frente a la dictadura y ahora lucha para que en democracia los derechos humanos se actualicen y garanticen dignidad; Luz (43) recorre la ciudad a diario para oir a la gente en la periferia y acercarla más al centro de la vida; Mario (50) dice que los líderes deben "creer para ver", porque la confianza le hace detectar oportunidades y no "ver para creer", que es la expresión más cínica de la desconfianza. Son 10 que mueven a miles. Son los primeros líderes de la Escuela de la Gente, que han recibido nuestra beca, consistente en capacitación en politicas públicas, un teléfono inhalámbrico, soporte real y virtual para su desempeño y un pequeño estipendio moneterio mensual para sus gastos.

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