ASHOKA cambió mi vida dos veces. En el 2001, cuando fui seleccionado por su panel nacional e internacional, para integrarme a un selecto grupo de 1.700 innovadores para lo público o emprendedores sociales en 63 países de los 5 continentes, y financió con un estipendio mensual por tres años mi trabajo. Con ello pude dedicarme solamente a lo que anhelé toda la vida: cambiar la vida de los que no tienen pasaporte a la esperanza. Quería hacerlo porque crecí mirándole de cerca la cara a la miseria, que en nuestra digna pobreza familiar, me guiñaba cada tanto un ojo, intentando seducirme para quedarme en las calles de Talca, vendiendo artículos o empleándome antes de terminar los estudios. Pero hubo corazones y hogares diversos para mi ambición y mis sueños. A falta de padres cercanos, tuve abuelos y la tía María, mujer que no me dió el ser, pero que me regaló la vida; a falta de hermanos, 8 primos inmensos en su amor y su ejemplo de lectores empedernidos, trabajadores responsables y ambiciosos de justicia social. Y yo deseaba ser ese tío o ese primo que muchos no tenían. Y ASHOKA me dió la oportunidad.
Y ahora, en agosto de 2006, volvió a cambiar mi vida, porque mi iniciativa
Red Ciudadana por un Habitar Sustentable, orientada a facilitar el acceso de los más pobres a viviendas, equipamientos y espacios públicos de calidad, se asociará a potentes iniciativas de grandes líderes en Argentina, Brasil, Colombia, Perú y Uruguay. Y, porque también, junto a
Albina (Lima) y
Silvio (Bogotá), dos gigantes innovadores, exploraremos mecanismos para incorporar proyectos ciudadanos, que reduzcan las emisiones de gases efectos invernadero, transando bonos en distintos mercados, que junto a contribuir a mitigar el problema ambiental, genere ingresos para mejorar el desarrollo humano de nuestros socios ciudadanos. Todo esto ocurrió en el primer encuentro latinoamericano de emprendedores sociales, con que la familia de ASHOKA celebramos los 25 años en el mundo y 20 en AL. Una semana intensa de emociones y trabajo duro, de conspiración en los almuerzos y de coordinaciones en los pasillos de un hermoso centro jesuíta en San Miguel, provincia de Buenos Aires, que albergó a 230 líderes de 13 países.
A mi regreso a Temuco, y sobre la cordillera de Los Andes recito a Rulfo:
"Nos salvamos juntos o nos hundimos separados", y me resuena aún la voz de
Bill Drayton, el visionario fundador de ASHOKA, quien inspira con su vitalidad y su coraje moral nuestras acciones:
"Todo el mundo puede cambiar el mundo".*Ashoka en sáncrito significa "ausencia de tristeza"